Por Andrés Méndez
Antes de que llegara a este momento “estelar” en su vida, Fernanda Salomé Perera Trejo, candidata al gobierno del estado de Zacatecas atravesó toda suerte de aquello que el infortunio llama “calamidades”: homofobias y discriminación, abusos y pobreza.
Hija de una madre soltera con varios hermanos que, aunque prefiere no denominarlo así, “quedaron en el desamparo”; hoy, a sus 32 años “Fer” se aventura a ir por un partido como Redes Sociales Progresistas (RSP) de reciente cuño para contender por el gobierno estatal de un reducto geográfico -Zacatecas- conservador, machista y misógino, de acuerdo con su idiosincrasia histórica; patriarcal en cuanto a sus dominios territoriales pero claramente matriarcado en sus resentimientos, inscrito en una tierra cruzada por decenas de feminicidios y desapariciones de mujeres.
Dentro de una tierra, como la mexicana, donde desde hace decenas de años se ha desollado o desaparecido o asesinado a homosexuales y travestis nomás porque sí.
Su irrupción en el escenario político de Zacatecas y con esas ganas de llevarse el triunfo en las elecciones del próximo 6 de junio sí viene a causar prurito y mucho en el resto de sus compañeros a ser electos por el rasero ciudadano de esa jornada en una tierra de fragmentarias y pequeñas derechas extremas donde abunda la creencia de que sólo las familias naturales serán las elegidas, lo que en “Fer” causa más risa que desconsuelo.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define así la palabra transexual a la que la candidata dice pertenecer mediante tres acepciones diversas: Perteneciente o relativo al cambio de sexo; cirugía transexual. Dicho de una persona: Que se siente del sexo contrario y adopta sus atuendos y comportamientos. Que mediante tratamiento hormonal e intervención quirúrgica adquiere los caracteres sexuales del sexo opuesto.
Tecnicismos puros contra los que Perera Trejo no está dispuesta a contender porque lo suyo viene más por la parte humana y sensible: “Pues al final todos somos los mismos hijos de Dios”, intenta decir y luego aclara que lo que urge a México no son más corporaciones policiacas o armamentos para reforzar a éstos sino -dicho sea con una sola palabra-: educación.
Segura de sí misma aclara que tal es el sentido humanitario de lo que nos define al primer cuarto del siglo XXI, centuria caracterizada por una muy alta e innecesaria dosis de violencia en todos los sentidos.
Ella no pretende explicar si la familia estaba bien estructurada hasta hace algunas décadas, al estar conformada por padre, madre e hijos en tanto que estructura piramidada que permitía el manejo del clan familiar conservador aunque represivo y autoritario, sujeto a la figura de un padre controlador que conservaba casi intacto el sentido de familia.
Pero tampoco culpa al hecho de que las mujeres se convirtieran, durante los últimos tiempos en seres indispensables, capaces de doblegar y sobrepasar a la fuerza de trabajo física, mental e intelectual de los hombres. Con ello quizás concluyeron para siempre las fuerzas de equilibrio de aquellas familias “normales” disfuminadas hoy en otra cosa completamente distinta, muy lejos de aquel concepto piramidal que llevaron durante siglos que, hoy por todo eso, ha quedado roto.
Fer busca el respeto, con orgullo porta en su caminar la necesidad de ser y de decirse a sí misma: “Soy diferente pero también soy humana, soy pueblo, soy honesta, soy trabajadora. Soy tan vulnerable como todos ustedes”.
¿Su lucha?: Puede sonar a perogrullo pero va en el sentido de reivindicar a los débiles, a los enfermos, a los que sufren y están en el abandono, la carencia, víctimas del despojo de culturas masculinas ancestrales, hechas de belicosidad y egoísmo.
Su mayor batalla en este momento, hacer rendir los 2 pesos que le dieron las autoridades electorales para librar esta batalla. ¿Su mayor orgullo?: Portar el estandarte LGBTTTQ más por todos aquellos que lo requieran.
“No vengo aquí a defender sólo a la comunidad gay, lésbico o trans, sino además a todos los demás junto con mi clan para lograr recuperar un país al que el machismo y la egolatría han sumido en el desastre, el peor desastre del que podamos dar cuenta en el último siglo”. Luego esboza una sonrisa y se va.