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El eterno 2020

El eterno 2020

Columnas viernes 25 de febrero de 2022 - 09:16

“In Monrovia, this no good place to be
Weapon go crazy, it`s an atrocity
In Palestina, too much hypocrisy
This world go crazy, it´s a fatality
Today is raining”
Welcome to Paradise. Manu Chao

Más de 5 millones de defunciones y más de 427 millones de casos confirmados de Covid -19 en todo el mundo después y la humanidad se preparaba para salir del letargo al que dicho virus nos sumió.

Por dos años, las economías se paralizaron, al igual que toda actividad social; los métodos tradicionales de trabajo se modificaron e, incluso, emanaron nuevas áreas laborales que hasta años anteriores, habían pasado desapercibidas. Por dos años, la gente aprendió nuevas formas de convivencia e hizo uso, como nunca, de las herramientas tecnológicas para poder sobrevivir.

Tras el segundo embate que el virus nos diera, a través de la variante Omicrón, cuya estadía fue más corta que sus antecesores, el mundo, comenzó poco a poco a prepararse para declarar el Covid-19 como una enfermedad endémica y retirarle su estatus de pandemia.

Cuando el mundo celebraba estas noticias, cuando creían que por fin, ésos fatídicos días que hemos venido arrastrando desde el 2020 darían tregua, desde Europa del este, comenzaron a surgir nuevas noticias de un conflicto que lleva más de una década existiendo: los movimientos separatistas en Ucrania y la intención de Rusia por reconocerlos.

El conflicto data desde 1991, con la desintegración de la Unión Soviética y la consiguiente declaración de independencia de varias regiones, entre ellas, de la República Socialista Soviética de Ucrania, que cambió su nombre a Ucrania tras su independencia.

No obstante, en su territorio, como en algunos más, desde su independencia han surgido movimientos separatistas pros rusos, alentados, han acusado las autoridades de Ucrania, por los propios rusos. Ucrania, lo cierto es, posee una de las reservas de titanio, uranio y hierro más grandes del mundo, además de que es un país de gran importancia agrícola para Europa.

La escalada de conflictos entre ambos países tuvo sus momentos más álgidos desde el 2013, cuando se suspendió el acuerdo de asociación de Ucrania con la Unión Europea, decisión que acusaron disidentes ucranianos, se tomó tras la interferencia de Rusia quien ofreció ventajas económicas a Ucrania de no firmar su ingreso a la liga de naciones europeas.

A partir de entonces, se produjeron una serie de revueltas que acabaron con la muerte de decenas de personas; uno de los momentos más críticos fue en 2014, con la separación y consiguiente anexión a Rusia de Crimea, tras lo cual, Rusia recibió varias sanciones económicas sin que hubiese despliegue militar de ningún bando.

Desde entonces y hasta el 2021, se realizaron diversas mesas de pacificación y conciliación entre ambas naciones, fungiendo como mediadores presidentes de diversas naciones consideradas como neutrales, no obstante, el acuerdo no llegó y en diciembre del 2021, las tensiones entre ambos países escalaron a niveles nunca antes vistos.

Para enero de 2022, Rusia incrementó la presencia de soldados en su frontera, además de en Bielorrusia y Kazajistán; semanas después, el presidente ruso Vladimir Putin reconoció la independencia de las regiones de Donetsk y Lugansky, regiones que por años, han albergado movimientos separatistas pro rusia y ordenó el despliegue de tropas en sus territorios.

Pese que los integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN (NATO en inglés) advirtieron al Kremlin de abstenerse de incrementar o hacer uso de fuerza militar en ambas regiones y, pese a que el presidente ruso aceptó incluso acudir a una mesa de negociación mediada por Emmanuel Macron, el presidente de Francia, el 24 de febrero, el mundo amaneció con las imágenes de ciudades ucranianas siendo bombardeadas.

La operación militar, que Rusia ha insistido, no se trata de una guerra ni de una invasión y tiene por objetivo, según se han encargado de difundir funcionarios y medios rusos, únicamente el mantener y garantizar la independencia de las regiones que, ilegalmente, acusó el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, Putin, declaró.

La respuesta de la comunidad internacional ha sido tajante: se ha condenado la intervención y la mayoría de los países han enviado enérgicos discursos al Kremlin condenando el uso de la fuerza en la región, una región que, es necesario reconocer, lleva décadas sacudida por movimientos separatista pro Rusia y movimientos pro Ucrania.

A unas horas de que los ataques hayan comenzando, las víctimas mortales, ésas que siempre estarán presentes, no se han hecho esperar. Medios de Ucrania han reportado por lo menos medio centenar de muertos, mientras que en Ucrania se ha interpuesto, desde la madrugada, la Ley Marcial.

La movilización de ejércitos de naciones como España, Inglaterra y Estados Unidos a Polonia, hasta el momento, han declarado sus respectivos dirigentes, obedece únicamente a la necesidad de garantizar la salvaguarda de territorios pertenecientes a la OTAN y de coordinar acciones de evacuación y rescate de refugiados que logren cruzar la frontera.

Aunque sea un conflicto que se disputa, pareciera ser, en tierras muy lejanas a los que habitamos América, lo cierto es que es una situación que vuelve a cimbrar al mundo entero, independientemente de los oscuros propósitos que mantengan uno y otro país y que, siempre, obedecen a intereses superiores que a los de la vida humana.

Son millones las voces de personas las que en redes sociales, piden cese el fuego y se pueda llegar a un acuerdo vía diálogo. Otros miles más, piden acciones más energéticas por parte del resto de los países incluso, solicitando, una declaración de guerra conjunta contra Rusia, escenario que, sería el más inviable y catastrófico para todos.

Afuera de las embajadas Rusas alrededor del mundo, desde muy temprano miles de personas se han congregado para exigir el cese a la intervención rusa; las comunidades ucranianas asentadas en diversos países, han convocado a diversas actividades en pro de la pacificación de la región y sanciones contra Rusia.

Pero, los protagonistas vuelven a ser las redes sociales, quienes nuevamente vuelven a jugar ése papel detonante que quedó demostrado desde ésa histórica primavera egipcia en el 2011. No únicamente se han convertido en el principal espacio para convocar marchas, protestas, para dar a conocer una noticia en tiempo real, sino también, para organizar fundaciones, recolecta de dinero, de ropa, de ayuda de todo tipo.

Y es que, en un mundo donde ya no hay fronteras y la información se comparte en segundos, la humanidad, ha aprendido también a solidarizarse y sentir como propios, los conflictos que ocurran a miles de kilómetros de ellos.

El mundo, lo cierto es, atraviesa desde hace varios años tiempos convulsos que han generado un interés como nunca antes se había visto por conocer lo que acontece en tierras lejanas a las propias y, a su vez, por hacer como propios conflictos ajenos a la realidad que muchos tienen.

Hoy nuevamente, las redes sociales vuelven a mostrar su poderoso poder y, a través de ellas, millones de personas hacen escuchar su voz, ejerciendo presión en quienes los gobiernan para frenar y conciliar, en éste momento, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y que parece ser, amenaza por prolongar ése 2020 que, desde hace dos años, no ha terminado de pasar.

Por eso, se espera que el diálogo, la cordura y la mesura prevalezcan sobre los intereses egoístas de líderes de occidente y oriente que se disputan un macabro juego de ajedrez, en el que la humanidad, nuevamente, vuelve a ser los peones.

La humanidad, que se preparaba para celebrar la primavera, nuevamente, como desde hace dos años, vive bajo el yugo de la incertidumbre, viendo cómo sigue lloviendo sobre el paraíso, como canta el buen Manu Chao.

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/CR

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